Las termitas kamikaze se inmolan para proteger la colonia. Acabamos de descubrir el secreto de sus mochilas “explosivas”

El mundo de los insectos es fascinante y buena parte del mérito lo tienen las multitudinarias y sangrientas batallas que libran algunas especies por el control del territorio. Durante milenios, los insectos han ido evolucionando físicamente para adaptarse de cara a los depredadores, pero también hemos visto casos recientes de comportamientos especiales para perder menos unidades en el campo de batalla. Es el caso de las Megaponera analis, unas hormigas africanas que se alimentan de termitas y practican la cirugía en unidades de su propia especie.

Y, hablando de termitas, otro caso de lo más curioso es el de la especie Neocapritermes taracua. No, estas no se dedican a salvar a sus compañeras de una forma ‘humana’, sino que directamente envían a sus unidades más veteranas para que exploten en el campo de batalla cuando se ven amenazadas. Aunque… bueno, es más una implosión.

Obreras suicidas. En 2012 se descubrió que las Neocapritermes taracua, unas termitas de la Guayaba Francesa, habían desarrollado un método de defensa único: las obreras tenían la capacidad para desarrollar un ‘aparato suicida’ con el que cargarían durante toda su vida en la ‘espalda’, sobre el abdomen. Se observó que la sustancia almacenada contenía cristales proteínicos que contenían cobre y era almacenada en una bolsa externa que las termitas rompían a propósito durante batallas.

En este acto suicida, las termitas segregaban una enzima (llamada BP76) gracias a sus glándulas salivales que producía una reacción en los cristales de cobre con un tono azulado, cubriendo al enemigo con una sustancia tóxica que podía provocar la muerte. Evidentemente, la termina caía en combate también, pero se llevaba por delante a ejemplares enemigos gracias a esta secreción rica en benzoquinonas tóxicas.

Mochila explosiva. En el estudio, los investigadores apuntaron que estos actos kamikazes eran cometidos por las obreras más viejas y lanzaron una hipótesis: como las mandíbulas se desgastaban y eso influía en la capacidad no sólo defensiva, sino de llevar alimento a la colmena, ese acto suicida permitía que el ejemplar siguiera siendo único para el colectivo.

Sin embargo, lo que no consiguieron explicar con claridad era cómo podían mantener una sustancia tan tóxica pegada a su cuerpo durante toda su vida sin que ésta explotara o generara una reacción adversa en el individuo portador.

La zona azul es la mochila. En la imagen B podemos ver cómo se infla en el momento de la implosión

El secreto está en la masa. Ahí entra en juego el nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto de Química Orgánica y Bioquímica de la Academia Checa de las Ciencias. La autora principal, Jana Škerlová, devela el truco: además de la BP76, la termita ha generado una serie de sistemas de estabilización para que ésta no se descontrole por accidente. “Al desentrañar la estructura tridimensional de la lacasa BP76, hemos descubierto que la enzima utiliza una variedad de estrategias de estabilización que la hacen no sólo muy duradera, sino también completamente funcional, incluso en las duras condiciones de la selva tropical”.

Debido a una serie de una serie de disulfuros, la termina consigue que la lacasa esté activa, pero permanezca intacta, pudiendo ser inofensiva durante toda la vida del insecto si éste no se ve obligado a mezclarlo con la sustancia que segregan los salivales en ese acto final para defender al grupo.

Un escudo. Esta lacasa está plegada sobre sí misma, como si fuera un trozo de papel, de manera que resiste al paso del tiempo, pero además tiene otra capa de protección formada por azúcares que están unidos a la enzima y no sólo la protegen, sino que la estabilizan aún más. Este enlace químico BP76 es muy fuerte y se almacena prácticamente en estado sólido, como un arma a punto de dispararse, pero con un gatillo que siempre está en control de la termita.

Ahora bien, en cuanto la termita considera que debe activar la bomba, segrega el compuesto que actúa con la enzima y, de manera inmediata, infla la zona azulada, liberando el líquido pegajoso que atrapa y mata al enemigo. Es una reacción muy rápida y Pavlína Řezáčová, directora del laboratorio responsable del estudio, afirma que “es un mecanismo de defensa único”.

Imágenes | Dr. Aleš Buček, Science

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Alejandro Alcolea

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