En Cantabria quieren limitar las visitas a un bosque de secuoyas único. El turismo masivo le está costando la piel (literalmente)

En Cantabria ha surgido un nuevo (e inesperado) símbolo de los riesgos que acarrea el turismo masivo: las secuoyas. En uno de sus montes, Cabezón, crece desde hace décadas un frondoso bosque plagado de este tipo de árboles oriundos de la Costa Oeste de EEUU. Su paisaje resulta tan fascinante que se ha convertido en un reclamo para turistas que buscan el mejor selfie. Se calcula que en verano llega a recibir a 800 personas al día y supera los 200.000 visitantes al año.

El problema es que además de maravillarse con sus troncos, muchos de esos excursionistas se dedican a abrazarlos, pisotean las raíces o incluso arrancan la corteza que recubre los árboles. El deterioro es tal que preocupa a los ecologistas y el ayuntamiento de la zona, Cabezón de la Sal, ha decidido tomar medidas.

Echando el freno. La noticia la avanzaba esta semana El Diario Montañés: el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal, una localidad cántabra de 8.200 vecinos, se plantea controlar el próximo verano el acceso al popular bosque de secuoyas de la región. El objetivo: que quienes quieran pasearse entre sus troncos deban reservar la visita con antelación y evitar así que el turismo pase factura al entorno.

Los detalles de la medida los desvela El Periódico de España. Lo que tiene en mente su alcalde, Óscar López, es montar dos controles de acceso en las carretera que comunican el bosque. Esa es al menos su “declaración de intenciones”.

Con cita previa. El objetivo de los controles es que los visitantes deban reservar por anticipado sus excursiones. No tendrán que pagar, pero la medida serviría para controlar la cantidad de gente que se pasea entre las secuoyas durante las semanas con más afluencia de turistas. De ahí que se aplique en Semana Santa, los fines de semana entre mayo y octubre y a diario del 15 de junio al 15 de septiembre.

Calculando el aforo ideal. “Tendremos que hacer un estudio para ver cuántas personas podrían entrar cada día, pero si ahora en las jornadas más fuertes entran 800 a lo mejor tendrían que ser una 300 o 350”, añade el regidor. El plan todavía se estaría perfilando con el Gobierno de Cantabria, pero el Consistorio ya estudia aprobar una ordenanza que le permita sancionar a quienes, llegado el momento, no respeten la nueva normativa y accedan al bosque sin una reserva.

En la zona ya hay experiencia. Este verano se desplegaron agentes para controlar que los turistas no dañaban los troncos. Y el resultado invita al optimismo. “Hemos notado que ha sido menos agresivo con el bosque, e han llevado menos cortezas de recuerdo”, celebra González, quien recuerda además que los vecinos han instalado carteles que ruegan a los visitantes que no rompan ni abracen las secuoyas.

Pero… ¿Tan grave es? Sí. Al menos para Ecologistas en Acción, que en julio lanzó un comunicado en el que alertaba del “deterioro” del monte de secuoyas y lo relacionada con su enorme éxito entre los turistas, sobre todo tras la pandemia.

“Nos encontramos con una afluencia masiva de visitantes, con un cálculo de aproximadamente 200.000 al año, y en aumento. Esta situación ha tenido efectos negativos en el bosque”, advierte. La organización medioambiental asegura que las pisadas han afectado a la cubierta vegetal del suelo y dejado al descubierto algunas de las raíces más superficiales. Los troncos también presentan daños, con el “desgasta” de las cortezas. La gente, lamenta, los abraza y arranca trozos.

Del bosque… al parlamento regional. Para cambiar la situación la ONG presentó una denuncia ante la Dirección General de Montes y Biodiversidad junto a una serie de propuestas, como la instalación de carteles informativos, vallas para proteger las secuoyas más perjudicadas o labores que permitan regenerar la capa de vegetación del suelo. El estado del bosque incluso llegó hace unos días al pleno del Parlamento de Cantabria, que aprobó una proposición no de ley para reclamar al Gobierno regional que tome medidas para controlar el flujo de visitas.

Un espacio protegido. El objetivo es proteger un entorno considerado desde hace más de 20 años Monumento Natural y que forma parte de la red de Espacios Protegidos de Cantabria. El bosque se localiza Monte Cabezón, en Monte Corona, y abarca unas 2,5 hectáreas en las que crecen alrededor de 850 árboles que alcanzan una altura media de 40 metros, con troncos que de media presentan un perímetro de dos metros. “Se trata de un bosque de ‘secuoyas bebé’, ya que esta especie puede alcanzar más de 1.000 años y medir unos 115 metros de altura”, recuerda Turismo de Cabezón de la Sal. En San Francisco hay de hecho uno que mide 115,55 m.

Para que su equivalente cántabro pueda seguir desarrollándose el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal ya plantea diferentes medidas, no muy distintas a las que se han desplegado en otros lugares que han triunfado entre los turistas, como la Playa de las Catedrales, en Ribadeo, o Gaztelugatxe, en Vizcaya. Incluso en el monte Fuji, en Japón, han aplicado también controles para evitar que la masificación turística degrade y llene de basura uno de los grandes símbolos naturales del país.

Imágenes | Rubén Díaz Caviedes (Flickr) 1 y 2 y Ecologistas en Acción

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En Cantabria quieren limitar las visitas a un bosque de secuoyas único. El turismo masivo le está costando la piel (literalmente)

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Xataka

por
Carlos Prego

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