El ser vivo más longevo de la península ibérica vive en un pequeño pueblo de Tarragona

Si uno sale de Ulldecona con dirección a la Galera, tendrá que recorrer unos cuatro kilómetros antes de encontrar, a mano izquierda, la entrada a la finca. Allí, entre cerezos de Santa Lucía, serbales y algún algarrobo, se alza la Farga de Arión, más 1700 años de historia viva.

Donde los olivos viven más de mil años.

Miguel Angel Masegosa Martínez

La Taula del Sénia, una veintena de pueblos valencianos, catalanes y aragoneses, reúne la mayor concentración de olivos monumentales del mundo. Hablamos de 4.798 árboles de más de 3,50 metros de perímetro a 1,30 metros del suelo.

Y, entre todos ellos, sobresale la Farga.

En 2015, un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid dirigidos por Antonio Prieto, uno de los mayores expertos en dasometría de España, llegaron a la conclusión de que la Farga tenía 1.701 años de edad. Es decir, que se había plantado en el año 314 después de Cristo, en tiempos del emperador Constantino I.

Un museo vivo

En 1997, la Generalitat de Catalunya declaró el olivo como “Árbol monumental” y, en 2006, fue reconocido como el mejor olivo monumental de España por parte de AEMO (Asociación Española de Municipios del Olivo).

Pero no fue hasta unos años después, cuando (tras llegar a un acuerdo con los propietarios, la familia Porta i Ferré) se puso en marcha el “Museo Natural de Olivos Milenarios del Arión” que permite compatibilizar las visitas turísticas con la conservación del entorno. No sólo eso, ha sido un elemento central para la catalogación y protección de un patrimonio que durante años estuvo en peligro de desaparición.

En 2016, Iciar Bollaín estrenó un película, “El Olivo“, que (entre otras muchas cosas) hablaba sobre el ‘tráfico’ de árboles milenarios en nuestro país. La película está ambienta, de hecho, en Canet lo Roig, en la Taula del Sénia.

Las edades de la Tierra

Pese a los enormes problemas que tienen los árboles urbanos en España, lo cierto es que el país tiene un patrimonio forestal maltratado, pero interesante. El único árbol que puede hacerle la competencia a la Farga es el Patriarca, un enorme cedro canario que tiene, al menos, 1400 ó 1500 años. No es demasiado conocido, porque ni el Parque Nacional del Teide lo había fechado con (mayor o menor) precisión hasta el 2019.

En Canarias, el árbol más icónico siempre fue el drago de Icod de Vinos. Un enorme árbol que, aunque las historias populares han llegado a darle 3.000 años, en realidad tiene poco más de 800.

Algo parecido ocurre con las secuoyas del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso en Segovia (o con la secuoya de la Alhambra). Son árboles enormes, pero en este caso su origen americano delata que su antigüedad no puede ser tan grande. Eso no quiere decir que, como ocurre con el parque de Cabezón de la Sal o el aguacatero de Porrúa, no sean una muestra increíble de patrimonio histórico y natural.

No pasa esto con la aragonesa Carrasca de Lecina (la encina más antigua de España con 1100 años) o extremeña La Terrona (la más grande de Europa) o la icónica de Cabra de Santo Cristo. Tampoco ocurre con los tejos de Bermiejo, San Cristóbal de Valdezuela o Rascafría. En estos casos, hay muchas dudas sobre cuándo se plantaron porque es un tema demasiado poco estudiado.

Y eso no es más que el síntoma de un problema: que en España aún nos cuesta mucho entender el valor real de los bosques, los jardines y los árboles. Es un trabajo lento, pero que poco a poco (despropósito a despropósito) va avanzando.

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Javier Jiménez

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