Llevamos meses a la espera de la llegada del fenómeno de La Niña, la “fase fría” de la Oscilación del Sur—El Niño (ENSO). Después de más de un año en el que El Niño ha empujado las temperaturas globales a niveles nunca vistos, la alternancia en el ciclo suponía una pequeña esperanza de alivio.
Pero tendremos que esperar.
Otoño-invierno. Las últimas previsiones elaboradas por los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) estiman que hay un 55% de probabilidades de que el fenómeno de La Niña llegue entre los meses de septiembre y noviembre de 2024.
Si cambiamos esta horquilla temporal, las previsiones de la OMM asignan una probabilidad del 60% a la llegada de La Niña entre los meses de octubre de 2024 y febrero de 2025.
Existe incluso la posibilidad, muy pequeña y caso desdeñable, de que del actual estado neutro se regrese a una fas de El Niño. Algo parecido ocurrió hace unos años cuando el mundo vivió tres episodios consecutivos de La Niña.
La Niña. La Niña es la conocida como “fase fría” de la oscilación de El Niño. Si este último fenómeno se caracteriza por un calentamiento de la superdicie del océano en las zonas central y occidental franja ecuatorial del océano Pacífico, La Niña representa lo contrario. Esto es, un enfriamiento de la superficie en esta franja marítima.
Efectos diversos. ENSO es más que un fenómeno regional, las ramificaciones de esta alternancia de ciclos fríos y cálidos afecta al conjunto del clima global. No siempre de forma tan claramente contrapuesta ya que son muchos los factores meteorológicos y climáticos que modulan estos efectos.
Es en las regiones tropicales donde los efectos de uno y otro fenómeno son más predecibles y contrapuestos. Por ejemplo, en la mayor parte de Sudamérica, El Niño está asociado a un aumento en las precipitaciones y fenómenos extremos asociados como inundaciones; mientras que La Niña se asocia a precipitaciones menos intensas de lo normal e incluso sequías.
Sequía y huracanes. El impacto de esta oscilación sobre el patrón de las precipitaciones es uno de los motivos por el que nos interesa tener en cuenta el devenir de esta oscilación, incluso desde Europa. La sequía vivida hace unos meses nos recuerda la necesidad de adelantarnos a este tipo de eventos para gestionar mejor los recursos de los que disponemos.
Otro motivo por el cual el tránsito entre las dos fases de ENSO nos ha resultado de especial interés es ante la previsión de una temporada intensa de huracanes. La Niña se asocia a una mayor intensidad en los huracanes en el Atlántico, por lo que su ausencia puede ser uno de los motivos por los que las previsiones en torno a esta temporada han fallado.
Efectos combinados. Otro aspecto que acapara la atención de la climatología es la combinación entre las distintas fases de ENSO y el cambio climático. El cambio climático se asocia con un calentamiento de la temperatura media global, algo semejante a lo que ocurre con El Niño. Es por la combinación de estos dos fenómenos a lo que se achacan las temperaturas excepcionalmente altas de los últimos meses.
La Niña debería en principio suponer un alivio en este sentido. Cuanto menos evitando que la combinación de factores continúe la racha de récords de temperatura del último año. El problemas es que, más allá de esto, es posible que la llegada de La Niña mejore mucho las cosas.
“[Desde] junio de 2023 hemos sido testigos de una prolongada racha de temperaturas excepcionales (…). Incluso aunque se forme un episodio de La Niña y ejerza un efecto de enfriamiento a corto plazo, ello no invertirá la tendencia a largo plazo de aumento de las temperaturas mundiales fruto de los gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera”, indicaba en una nota de prensa Celeste Saulo, Secretaria General de la OMM.
Imagen |NOAA
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La noticia
El Niño ya ha desaparecido y todo las agencias se preguntan dónde se ha metido La Niña: el mundo sigue en un impás climático
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Xataka
por
Pablo Martínez-Juarez
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