Creíamos que el Sáhara iba a “comerse” a Almería y Murcia en el futuro. Unos investigadores creen que llegará hasta Mallorca

Hablar a 25 años vista, y sobre todo en materia de previsiones meteorológicas, es un terreno pantanoso. Nadie puede certificar lo que va a ocurrir, ya no en 25 años, en los próximos cinco. Para estos casos, la ciencia aplica la estadística y los históricos con los que hacer previsiones siempre teóricas. Uno de estos últimos trabajos impacta por el escenario que plantea para 2050. Si las cosas no cambian hasta entonces, el mapa de España podría verse ciertamente diferente.

El estudio. Un equipo de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) en Barcelona se fijó en un dato: en los últimos 50 años, el verano ha aumentado una media de 36 días en toda España. Dicho de otro modo, la Península parece tener una tendencia hacia un clima más “desértico”, ¿o quizás haya variables que se nos escapen?

Bajo esta premisa, los investigadores encontraron que, en efecto, España tiene “buenos” números para ser el país mediterráneo en primera línea del cambio climático en Europa. No tiene por qué ocurrir, por supuesto, pero predicen que para 2050, las precipitaciones disminuirán hasta un 20%  en comparación con los niveles actuales.

Desierto. Se sugiere que la consecuencia de esa disminución de las lluvias haría que España pase de un clima mediterráneo templado a uno estepario, o incluso desértico, según el sistema de Köppen que divide el mundo en cinco zonas climáticas diferentes según el crecimiento de las plantas.

En el estudio, presentado en el Congreso Internacional de Meteorología de la Sociedad Meteorológica Europea (EMS) en Barcelona a principios de septiembre, subrayan que “el proceso de calentamiento resultante del cambio climático ha sido muy pronunciado en la España peninsular y las Islas Baleares, lo que representa un verdadero punto caliente”.

Lo que sabemos del calentamiento “español”. Para llegar a estas predicciones algo catastrofistas, los investigadores se apoyaron en los datos conocidos. A saber: entre 1971 y 2022, las temperaturas en la España peninsular y las Islas Baleares han aumentado 3,27 °C. La cifra no es baladí, sobre todo si la comparamos con la media mundial de 1,19 °C y la media mediterránea de 1,58 °C.

Más datos. Cuando ha llegado la temporada de verano, momento en que la temperatura máxima diaria es de 25 °C o más, los días aumentaron de 82,4 en 1971, a 117,9 en 2022. Dicho de otra forma, estamos hablando de un aumento del 43%, a lo que hay que añadir que el verano se ha extendido durante una media de 36 días en todo el país.

De la misma forma, las noches tropicales, cuando el mercurio no baja de los 25 °C, aumentaron de 1,73 a 14,12. ¿Dónde? Principalmente en la Meseta Sur, los valles de los ríos Guadalquivir y Ebro, así como en la costa mediterránea, señalan en el estudio.

Olas de calor. Otra de las patas analizadas. Según el trabajo de la universidad, la frecuencia de las olas de calor ha aumentado de menos de una al año de media entre 1971 y 1980, a casi dos en la década de 2013 a 2022. Plus: se han vuelto más largas, de tres a nueve días de media de duración.

Cambio climático y precipitaciones. Cuentan los investigadores que sus proyecciones mostraban una “fuerte relación” entre el aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones en España durante los últimos 50 años. A este respecto, entre 1971 y 2022, las precipitaciones disminuyeron a un ritmo de 0,93 mm al año, llevando al país hacia mayores episodios de sequía, situación que ha estado afectando a ciudadanos y trabajadores.

Curiosamente, las precipitaciones extremas han aumentado en la mayor parte de España. Aquí se habla de lluvias torrenciales (más de 60 mm/día), las cuales han aumentado en enclaves como Andalucía, Castilla La Mancha, Murcia, Valencia, sur de Cataluña, Islas Baleares, Aragón, Navarra, País Vasco y Asturias. Importante también, señala el estudio, estos aguaceros se concentran especialmente en la costa mediterránea, y se recuerda que las precipitaciones extremas pueden provocar inundaciones y en ningún caso compensan las sequías.

La España estepario. Con todos los datos descritos anteriormente, los investigadores explican que, si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en su trayectoria actual, la temperatura media diaria de España alcanzará los 15,84 °C en 2050. Esto significa 1,43 °C más que las temperaturas medias de los últimos 10 años. Y para mediados de siglo, los días de verano aumentarían en 22,7 y las noches tropicales en 7,2 de media en todo el país, en comparación con el periodo 2013-2022.

En este punto, el estudio subraya que la predicción indica que las sequías, lejos de aminorar, seguirán alargándose, lo que provocará un “cambio fundamental” en el clima de España, que, siempre en condicional, pasaría de un clima mediterráneo de veranos cálidos, como se ha conocido a España en los últimos siglos, a un clima semiárido frío en algunas zonas, según el sistema de Köppen. Dicho de otra forma, en España dominaría el clima estepario “frío” para 2050, casi desértico, quedando poco menos que el nombre del característico clima mediterráneo.

Murcia, Almería y… Parte de las predicciones del estudio son el resultado de algo que venimos contando: la desertificación está devorando España por el sudeste, con Almería, Murcia y Alicante como actores principales. En la década de los 2000, las zonas propiamente áridas de la península Ibérica se concentraban en 307 kilómetros cuadrados alrededor de Tabernas. Hoy, ya son 7.101 kilómetros cuadrados.

En junio explicamos que, con 3.025 kilómetros cuadrados de suelos áridos, la desertificación extrema afecta ya a un 34% de toda la provincia de Almería y, con 2.983 km2, a un 26% de la de Murcia. Un proceso que también se está extendiendo a Alicante (733 km2) y Granada (53 km2). Dicho de forma más sencilla, el desierto está devorando España por el sudeste y lo peor de todo es que no hay nada que indique que vaya a quedarse ahí.

El problema de la desertificación. Lo explicaba la FAO al detallar la importancia de los organismos del suelo como elemento esencial de los ciclos de nutrientes (regulan la materia orgánica, captan carbono y emisiones de gases, aumentan volumen y eficiencia de la absorción de nutrientes y en general mejoran la salud vegetal). Ocurre que la desertificación arrasa con todo este proceso y desnaturaliza regiones enteras, cada una con su ecosistema propio, un auténtico desastre.

Lo dijimos también hace un tiempo, el futuro de Murcia y Almería pasa por convertirse en grandes desiertos. El problema, añadido, es que buena parte de la Península también. Si las previsiones del último trabajo se acercan a la realidad en 2050, o si se desplaza la célula de Hadley, decir que España podría ser parte del desierto de Sahara no sería ni mucho menos descabellado.

Imagen | Graeme Maclean

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Miguel Jorge

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