Pocos personajes se han mantenido tan fieles a sus orígenes como Conan. A pesar de que ha sido adaptado a todo tipo de formatos, en casi todos con notorio éxito, y aunque ha experimentado los obvios cambios y adaptaciones al gusto de los espectadores y lectores de la época, esencialmente, Conan es Conan. Y no obedece a un deseo de rigor o fidelidad a las esencias del personaje. Se trata de un caso muy particular de no-evolución para poder sobrevivir.
Pensemos en otro clásico literario que ha sido adaptado en innumerables ocasiones y del que todos tenemos una imagen más o menos coincidente en nuestras cabezas: Sherlock Holmes. Las más populares de entre sus últimas encarnaciones, Robert Downey Jr. y Benedict Cumberbatch, son moderadamente fieles al original de Arthur Conan Doyle, pero coincidiremos en que hubo que modernizar a los personajes, los casos, las historias y hasta la propia narrativa para que fueran digeribles. No es el caso de Conan.
Conan no tiene sentido en un mundo contemporáneo, como sí pasa con Holmes. Tampoco tiene sentido un Conan que no sea un ladrón o un forajido (o un pirata), que no sea esencialmente un solitario y que no se enfrente a monstruos en mundos de fantasía. Hay diferencias entre el Conan literario y, por ejemplo, el de los ultimísimos comics que se siguen editando, por supuesto, pero no más que las que hubo entre el Conan original y la encarnación de Schwarzenegger, quizás la versión más libre y discutible del personaje. Pero reconocemos a todos como Conan, cosa que no podemos decir de todas las versiones de Drácula.
La prueba de esto último es que recientemente han llegado a las librerías nuevas ediciones de sus dos encarnaciones clásicas por excelencia. Por un lado, Minotauro ha reeditado las historias completas de Conan. Al ser un personaje libre de derechos en España, puede encontrarse en otras ediciones, pero ninguna tan lujosa como esta: tres tomos que abarcan historias escritas en 1932-1933, en 1934 y en 1935-1936. La iniciativa ha debido tener éxito, porque ahora han iniciado una serie más económica, que constará de seis tomos. El primero ya está en las tiendas e incluye semi-inéditos jugosos como la primera versión del relato que inspiró el clásico ‘El fénix en la espada’.
Conan El Cimmerio nº 01/06 (Conan Clásico)
Pero no es la única versión del cimmerio que tienes disponible en las librerías. Panini Comics, editora de Marvel en España y, por tanto, del personaje de Robert E. Howard, está publicando un auténtico regalo para los aficionados: en la Biblioteca Conan y a precio muy asequible, la etapa clásica del personaje escrita por Roy Thomas y dibujada por titanes como Barry Smith o John Buscema. El Conan que conoces y que todos hemos asumido como “el Conan genuino” también en lo visual es el de estos cómics, que al fin tenemos al alcance a un precio que no hace sangrar las carteras.
Conan El Bárbaro 1. 1970-71 La llegada de Conan (BIBLIOTECA CONAN)
Pero… ¿qué Conan es el correcto?
Todos y ninguno: el personaje ha seguido una evolución más o menos lógica pero que ha mantenido la esencia a lo largo del tiempo. Nació en 1932 en las páginas de la revista pulp ‘Weird Tales’ a manos de Robert E. Howard, y contemplando las portadas que hacían referencia a sus historias, se puede ver hasta qué punto era distinto en apariencia al Conan hipermusculado de Schwarzenegger: atlético y delgado, tenía más en común con los galanes del cine histórico y de aventuras.
El Conan de Howard no era exactamente un intelectual, pero tampoco un palurdo que se expresara con gruñidos. Recordemos que su primera aparición, en el relato ‘El fénix en la espada’, ya es Conan rey, sentado en el trono de Aquilonia. Para llegar allí ha tenido que pasar (se supone) por una serie de intrigas, estrategias y desafíos que no solo se solucionan con la espada. De acuerdo, Conan ha sido un bandolero, un ladrón y un pirata, pero no ha solucionado las cosas (solo) a puñetazo limpio.
Pero no, definitivamente no es un intelectual: si a alguien se le puede aplicar ese adjetivo en la barbárica y prehistórica Era Hibórea es precisamente a sus enemigos. Los villanos, a menudo hechiceros y nigromantes, que usan su inteligencia para hacer el mal. Recordemos que Howard desconfiaba de las educadas clases altas: Conan es, entre otras cosas, un guerrero del pueblo, ajeno a las intrigas palaciegas (aunque llegue a codearse, o incluso a a convertirse en uno, con los regentes). Tiende más a satisfacer sus instintos primarios que a dejarse seducir por los oropeles y la sofisticación. Una de las inspiraciones primarias y confesas de Howard fueron los obreros de los campos de extracción de petróleo con los que se codeaba en la Texas de los tiempos de la Gran Depresión.
Posiblemente es esta concepción como un héroe de una pieza, que se enfrentaba a los peligros de frente y sin subterfugios, lo que le ha hecho permanecer inalterable. En muchos sentidos Conan es un arquetipo que podemos completar como queramos. Y por eso mismo, cualquier lector se puede identificar con sus heroicos propósitos (lector o lectora: los valores que exhibe en sus aventuras trascienden géneros, pese a que Conan siempre se haya considerado un icono de la virilidad clásica, que ya en su día, con el arranque del siglo XX cambiándolo todo, estaba algo anticuada).
Nos cuenta el escritor Francisco Serrano que “estos personajes, como sucede con Drácula o Sherlock Holmes, nacen icónicos o prácticamente arquetípicos, aunque el arquetipo no existiera anteriormente. Son receptáculos de lo que quieras poner en él a partir de una imagen: en este caso la del bárbaro”. Y esa imagen puede ser manipulada como queramos: “puede expresar, por ejemplo, el choque entre civilización y barbarie; o la idea del noble bruto, ajeno a las mezquindades de los civilizados, siempre entre comillas”.
Conan eterno, pero con truco
Por eso Conan pervive con facilidad aunque en apariencia no evolucione: porque su sustancia es tan maleable que se adapta fácilmente a épocas y tendencias. Por ejemplo, la imagen que tenemos de Conan no estaría completa sin las ilustraciones que hizo Frank Frazetta de las portadas de las ediciones de los relatos de Howard en la segunda mitad de los sesenta. Estuvo influido por la ilustración fantástica de la época, pero también por pintores como el checo Zdeněk Burian, que a principios del siglo XX mostró, sobre todo, centenares de escenas prehistóricas pletóricas de brutal energía.
La prosa de Howard y el arte de Frazetta quedaron unidos para siempre, aunque posiblemente el escritor no tenía en mente esa fuerza de la naturaleza, un héroe tan físicamente imponente. Sin embargo, no traicionaba del todo a los relatos originales, que ya hablaban de un héroe de melena negra y ojos azules, pero sobre todo que hablaban de una energía feral e instintiva, y de un espíritu indómito.
La influencia más clara del arte de Frazetta lo recibieron los cómics Marvel, que poco menos que vienen a dar un trasfondo argumental a los cuadros de Frazetta: una primera versión dibujada por Barry Windsor-Smith mostró una imagen más atlética del bárbaro, para volverse más musculada y feroz con la mítica concepción de John Buscema. En ese momento el cimmerio terminó de entrar en la cultura pop.
Pero seguía siendo Conan, como lo siguió siendo con la encarnación prácticamente muda de Arnold Schwarzenegger, que volvió al estilo dinámico y ultraviolento de las portadas de Frazetta. Nos cuenta el periodista y experto en cultura pop Yago García que “el cambio vino en parte por el físico, en parte por las carencias de entonces de Schwarzenegger con el inglés y en parte por el guión de John Millius y Oliver Stone, que dieron pie a este héroe monosilábico que se relaciona con la vida a espadazos”.
Al final, hay una personalidad heroica que los vertebra a todos ellos, tengan más o menos bíceps. Nos dice Yago García que “Conan es un macarra, es decir, no puedes odiarlo porque quieras que no es un tío con principios, le faltan la crueldad y maldad que seguramente Howard adjudicaría a las personas “civilizadas”, pero a la vez no deja de ser ese tío que si quiere coger algo lo coge, sea de formas más sibilinas o menos”
Paradójicamente, pues, la clave de evolución de Conan ha sido no evolucionar. Por supuesto, ha habido muchas otras visiones del bárbaro (los cómics nunca han dejado de tratarlo: la propia Marvel tenía una segunda colección, ‘La espada salvaje de Conan’, que no pasaba por la censura del Comics Code), pero estos puntos de giro clave dejan bien claro por qué se ha convertido en un icono: solo hay un Conan… y hay múltiples a la vez.
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La noticia
Conan se ha convertido en un arquetipo y sobrevive desde hace décadas gracias a una estrategia inusual: negarse a evolucionar
fue publicada originalmente en
Xataka
por
John Tones
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