En el año 1995, los embalses españoles estaban al 15% de su capacidad. El país llevaba cuatro años de sequía y más de 12 millones de personas tenía restringido el consumo de agua. Había que tomar medidas y se tomaron. Había que hacer sacrificios y se hicieron. Lo que muchos no sabían es que todo ese agua nunca iba a volver.
Ahora sabemos que muchas de las restricciones de agua que se implantaron durante aquellos años nunca se revirtieron y el caudal excedente (una vez superada la crisis hídrica) se empleó para actividades productivas. Por eso, desde el año 2000, el regadío en España ha crecido un 30%. Por eso, algunas regiones, como Andalucía, tienen el doble de hectáreas de regadío activo del que tenía entonces.
La gran pregunta es hasta cuándo podemos seguir con esta dinámica.
Es una pregunta importante. Actualmente, España tiene 3,8 millones de hectáreas de regadío. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, estas suponen un 22,85% de la superficie total cultivada aunque representan el 65% de la producción final vegetal.
Es decir, “el regadío es un sector estratégico en nuestro país, puesto que su contribución es fundamental para garantizar alimentos suficientes y sanos a la población”. Las palabras no son nuestras, sino del Ministerio. El problema es que “en unas condiciones climáticas de irregularidad en la distribución de lluvias, agravadas por el cambio climático” su sostenibilidad está en disputa.
Un futuro sin agua. Al menos, eso sostiene Greenpeace. La ONG ecologista acaba de publicar un informe en el que realiza un “análisis del agua disponible en una España con cambio climático” y sus conclusiones son alarmantes.
“La disponibilidad de agua en nuestro país está decreciendo. Sin embargo, el consumo de agua sigue. Si no atajamos este problema llegaremos a un colapso hídrico del que ya nos encontramos a las puertas”, explicaba en elDiario.es Julio Barea, responsable de la organización.
Según los modelos que usa el informe, las precipitaciones caerían “entre un 2% y un 4% para 2040, entre un 8% y un 12% para 2070 y entre un 15% y un 26% para 2100”. Si a esto le sumamos el aumento de las temperaturas (y la evotranspiración) España tendría entre 1.515 y 889 hectómetros cúbicos menos de agua disponible. Eso, claro está, tendría consecuencias.
Casi un millón menos de hectáreas. Según el informe, “sólo un recorte del 20-25 % del regadío actual podría garantizar disponibilidad de agua suficiente para la población”. Eso supondría, a efectos finales, perder casi un millón de hectáreas activas.
Debemos de contextualizar las cifras, claro está. Aunque el informe tiene en cuenta los planes hidrológicos de cada cuenca estudiada, tiende a hacer una lectura demasiado lineal entre la reducción del agua disponible y la reducción del regadío. Sabemos (y las últimas décadas lo testimonian) que hay margen de mejora en el aprovechamiento del agua.
No obstante, el planteamiento es interesante porque nos enfrenta al gran elefante blanco del que nadie quiere hablar: que el cambio climático va a ponernos las cosas difíciles.
El problema que permanece. No es solo la desertificación (que como vemos no ha dejado de crecer en los últimos años), es que las tensiones ecológicas ya empiezan a afectar a nuestros vecinos. Enormes tensiones ecológicas, de hecho.
Como hemos explicado en otras ocasiones, España es una superpotencia a nivel agroalimentario, pero ese potencial se asienta sobre bases (medioambientales, laborales, financieras y sociales) muy endebles que la tienen permanentemente al filo del precipicio. Este informe, con sus problemas y fortalezas, no es más que un recordatorio.
Imagen | Miguel Ángel Masegosa Martínez
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La noticia
El gran problema de la agricultura en España es el que nadie quiere abordar: cada vez llueve menos y cada vez queremos plantar más
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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