“No queremos ver campos de arroz transformados en villas y discotecas”. El comentario es del ministro coordinador de Asuntos Marítimos e Inversión de Indonesia, Luhut Pandjaitan, y resume bien la actitud de su país ante un flujo de visitantes que no ha parado de crecer en Bali desde el fin de la pandemia y ha dejado ya alguna que otra polémica sonada por la actitud de las turistas.
Para evitar la masificación el Gobierno ha decidido ir un paso más allá del impuesto para extranjeros que ya aplicó en febrero y tirar del freno de mano del sector turístico. ¿Cómo? Con una moratoria que impida construir nuevos hoteles, villas y clubes nocturnos en la isla paradisíaca. El objetivo está muy claro para el Ejecutivo indonesio: quiere evitar “una situación como la de Barcelona”.
¿Una moratoria para hoteles? Eso es lo que plantean las autoridades indonesias en Bali. La información es aún escasa, tanto en lo referido a cuánto durará el veto como en lo que respecta a las zonas en las que se aplicaría la medida, pero Reuters asegura que el país ya ha acordado establecer una moratoria que limitará la construcción de nuevos hoteles, villas y clubes nocturnos.
Reuters cita como fuente a un alto funcionario del Gobierno indonesio, pero lo cierto es que la decisión está en sintonía con los planes avanzados por el Ejecutivo a finales de agosto, cuando reconoció públicamente que quería reformar el sector para mejorar la calidad del turismo y preservar su cultura y el empleo locales.
¿Cómo se aplicará? Quedan dudas aún. Aunque de entrada todo indica que el veto a los nuevos negocios podría extenderse a medio e incluso largo plazo. El fin de semana Pandjaitan deslizó que una moratoria de ese tipo podría durar cinco o incluso diez años, aunque aclaró que se evaluará “más adelante”. The Jakarta Post deslizaba ayer que desde Bali se ha propuesto una prohibición de dos años.
Otra clave es a qué zonas afectará exactamente. Sang Made Mahendra Jaya, gobernador interino de Bali, ha planteado al Gobierno central que se replantee la construcción en cuatro áreas de la isla, puntos especialmente concurridos: Badung, Denpasar, Gianyar y Tabanan, en los que se aplicaría una moratoria a edificaciones con fines comerciales, lo que incluiría hoteles, villas o complejos similares.
¿Y por qué? Para que el boom turístico de la isla resulte más llevadero y no colisione con el día a día de sus habitantes, cultura y negocios. No es nada nuevo. Hace poco Indonesia ya mostró su intención de “repensar” el turismo de Bali para mejorar su calidad y proteger el propio destino. “No queremos que los arrozales se conviertan en villas ni discotecas”, proclamaba por entonces Pandjaitan.
“Hoy viven en Bali más de 200.000 extranjeros. Eso ha causado algunos problemas, desde delincuencia hasta menos oportunidades de empleo para los residentes locales. El Gobierno ha tomado la decisión de mejorar la gestión del turismo en la isla. Impulsaremos auditorías y medidas, empezando por la gestión de residuos, mejora de infraestructuras y la creación de un destino ecológico”.
¿Problemas de convivencia? No es la primera vez que el turismo de la isla tropical salta a los titulares extranjeros. Y no por buenas razones precisamente. A lo largo de los últimos años, a medida que el flujo de visitantes se reactivaba tras la pandemia, Bali ha lidiado con varias polémicas protagonizadas por viajeros que han actuado de forma incívica. Incluso ha llegado a deportar a alguno.
Hace dos años expulsó a un canadiense que bailaba desnudo en una montaña sagrada de la isla, en 2023 un influencer se coló desnudo también en un templo, algo similar volvió a ocurrir tiempo después con una turista alemana y una mujer rusa… Con ese telón de fondo, hace un año las autoridades de Bali se plantearon restringir el senderismo en algunos de sus parajes más emblemáticos y hace poco introdujo una tasa turística de 150.00 rupias, equivalente a casi 10 euros.
¿Tanto turismo tiene? Las tablas de Statista muestran que antes de la crisis sanitaria el flujo de turistas extranjeros en Bali crecía a buen ritmo. Ahora, en un escenario pospandémico en el que la ONU no descarta que se superen los niveles “pre COVID”, ese flujo se recupera con fuerza. En julio la Oficina de Estadística de Bali contabilizó casi 625.700 visitas de turistas extranjeros, un 20,1% más que el mes anterior y sensiblemente por encima del mismo mes de 2023. Entre enero y julio sumó 3,53 millones de extranjeros, un 22,2% más que el año anterior.
Ese aumento ha llegado acompañado de un fortalecimiento del propio sector hotelero: si en 2019, antes de la pandemia, había 507 hoteles repartidos por la isla, el año pasado eran ya 541. El ministro de Turismo, Sandiaga Uno, ya ha advertido que el sur de Bali se arriesga a la perspectiva de un turismo masivo, e insiste: “Un aumento del 10% podría empujarnos a ese terreno. Debemos evitar una situación como Barcelona, donde los turistas se convirtieron en enemigos públicos”.
Imagen | Ern Gan (Unsplash)
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“Debemos evitar la situación de Barcelona”: Bali impondrá una moratoria a nuevos hoteles para frenar el turismo masivo
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Xataka
por
Carlos Prego
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