Hemos descubierto dos “Machu Picchu” perdidos en Uzbekistán. Y eso nos dice mucho sobre la Ruta de la Seda

“Nos quedamos sorprendidos cuando se recopilaron las imágenes. Revela mucho y con mucha claridad”. La frase es de Michael Frachetti, profesor de antropología de la Universidad de Washington en St. Louis (WashU), y de lo que habla es ni más ni menos que de dos enormes ciudades medievales de la Ruta de la Seda construidas en lo que hoy es Uzbekistán y que han permanecido perdidas durante siglos.

Si ahora hemos podido conocerlas, y conocerlas a fondo, ha sido gracias a dos valiosos aliados tecnológicos: drones y LiDAR, un recurso que ya nos ha permitido comprender mejor yacimientos tan importantes como Teotihuacán. El resultado es importante no solo por lo que revela de esas dos grandes ciudades medievales, sino por lo que nos revela sobre la Ruta de la Seda y el papel que tenían sus montañas.

En un lugar de Uzbekistán… Para ser más exactos en una región montañosa del sureste de Uzbekistán, en Asia Central, los arqueólogos han descubierto dos grandes ciudades medievales situadas en la Ruta de la Seda, la vasta red de rutas comerciales que acabó conectando Asia Oriental, el Mediterráneo europeo y la costa oriental africana y cuyos orígenes se remontan al menos al siglo I a.C.

Las poblaciones en cuestión se llaman Tashbulak y Tugunbulak y en su momento fueron bulliciosos asentamientos urbanos. Los investigadores las identificaron por primera vez la década pasada, pero no ha sido hasta ahora cuando han podido estudiarlas en profundidad, conocer su estructura y comprender su valor.

Cuando la espera vale la pena. Como recuerda la WashU, los arqueólogos descubrieron ambas ciudades montañosas hace ya unos cuantos años, entre 2011 y 2015, con ayuda de modelos informáticos e inspecciones sobre el propio terreno, rastreando las conexiones de la Ruta de la Seda en el sureste de Uzbekistán.

Las circunstancias acabaron jugaron sin embargo en contra del estudio. O no. Aunque los trabajos en Tugunbulak arrancaron en 2018, el COVID-19 y los vetos a los viajes internacionales durante la pandemia obligaron a pausar la investigación. En su momento fue un contratiempo, pero a la larga ha resultado una ventaja. ¿El motivo? Permitió a los arqueólogos aprovecharse del avance de la tecnología.

Los drones y el LiDAR al rescate. “El tiempo extra ha resultado ser una bendición, ya que permitió a los investigadores aprovechar al máximo los últimos avances en LiDAR basado en drones”, admite la universidad. Durante tres semanas el equipo realizó una veintena de vuelos con drones que permitió a los arqueólogos elaborara “mapas de alta resolución” sobre ambas ciudades medievales, un trabajo minucioso que en otras circunstancias les habría llevado mucho más tiempo.

“Habríamos tardado una década en cartografiar manualmente espacios tan grandes”, reconoce Frachetti, quien ha trabajado en el proyecto junto a otros colegas, como Farhod Maksudov, director del Centro Nacional de Arqueología de Uzbekistán o el estudiante del Departamento de Antropología Jack Berner. Sus conclusiones las han recogido en un artículo publicado en la revista Nature. El LiDAR suele usarse para cartografiar yacimientos arqueológicos ocultos por la vegetación, pero en Uzbekistán ha arrojado un resultado fascinante.

Asomándose al pasado. Los datos recabados con los drones, los modelos 3D y el análisis con algoritmos computacionales que trazaron “millones de líneas” para predecir las “posibles alineaciones arquitectónicas” de las ciudades permitieron a los expertos hacerse una idea más clara de cómo fueron Tashbulak y Tugunbulak. Para completar el trabajo, compararon sus resultados con otros casos similares. El resultado, explican desde Washington, es que ante sus ojos fue tomando forma “una enorme ciudad antigua que de otro modo sería invisible a simple vista”.

“Estas son algunas de las imágenes LiDAR de sitios arqueológicos de mayor resolución jamás publicados”, defiende Frachetti, quien recuerda que el resultado fue posible por algo más que la suma de esfuerzos o el uso de tecnología avanzada. Otra clave fue la “erosión única” en las montañas del país. Como se aprecia en su artículo de Nature, gracias a esa suma de factores el equipo ha logrado mapear ambos asentamientos a “escala arqueológica” y con abundantes detalles.

¿Y qué descubrieron? Que las ciudades eran asombrosas. Tashbulak y Tugunbulak se sitúan en terrenos ondulados, a cinco kilómetros de distancia y el paso de los siglos, la erosión y la acumulación de sedimentos les ha pasado factura, pero fueron dos asentamientos notables. El primero (Tashbulak) cubría alrededor de 12 hectáreas y se cree que sus primeros habitantes llegaron hacia el s. VIII.

El segundo, Tugunbulak, alcanzaba las 120 ha, lo que la convierte en “una de las ciudades regionales más grandes de su tiempo”, anota Frachetti. Los hallazgos arqueológicos sugieren que estuvo ocupada más o menos entre los s. VI y X.

“Extraordinariamente detalladas”. “Los escaneos de LiDAR con drones proporcionaron vistas extraordinariamente detalladas de plazas, fortificaciones, caminos y viviendas que dieron forma a las vidas y economías de las comunidades de las tierras altas, los comerciantes y los viajeros desde el siglo XVI hasta el XI en Asia Central”, destaca el comunicado de la Universidad de Washinton en St. Louis.

Maksudov insiste en que los asentamientos tenían sus propias características culturales, diferentes al de las poblaciones sedentarias situadas a menor altitud. “Está claro que las personas que habitaron Tugunbulak hace más de mil años eran pastores nómadas que mantenían su propia cultura y economía política”.

Importa cómo eran… Y en el caso de ambas poblaciones importa dónde estaban. Y mucho. Las dos se localizaban a gran altitud y los expertos recuerdan que en su momento se alzaban en un terreno accidentado situado a entre 2.000 y 2.200 metros sobre el nivel del mar, lo que les permite compararla con el Machu Picchu, en Perú. Que Tugunbulak y Tashbulak prosperasen allí, a semejante altitud y en ese entorno, es mucho más que una simple curiosidad. Nos habla de ambas como ciudades, pero nos habla sobre todo de la Ruta de la Seda. “Son ejemplos inusuales de próspero urbanismo de montaña”, apunta la WashU.

Ambas ciudades medievales han pasado a convertirse en unas de las más grandes documentadas hasta la fecha en las áreas montañosas de la Ruta de la Seda. Y es normal. Frachetti recuerda que habitualmente se ha considerado a las montañas “barreras para el comercio y el movimiento” en la ruta comercial, pero casos como el de Tugunbulak cuestionan que eso siempre fuera así. “En realidad las montañas albergaban importantes centros de interacción. Los animales, minerales y otros recursos preciosos probablemente impulsaron su prosperidad”, añade.

¿Y ahora, qué? Ahora el equipo espera que puedan estudiarse ambos asentamientos de forma “más minuciosa”. Incentivos hay para hacerlo. Las excavaciones que ya sean realizado en una de las fortificaciones de Tugunbulak, la mayor de las dos ciudades montañosas de Uzbekistán, sugieren que la fortaleza podría haber desempeñado un papel relevante en la economía de la zona.

Allí, protegida por gruesos muros de tres metros de espesor, se habría creado una fábrica donde los herreros elaboraban acero a partir de los depósitos minerales. Si algo tienen claro Frachetti y sus colegas es que ambas ciudades montañosas eran algo más que simples puestos de avanzaba o paradas en la Ruta de la Seda.

Imágenes | SAIElab/J.Berner/M.Frachetti y M. Frachetti (WashU)

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Hemos descubierto dos “Machu Picchu” perdidos en Uzbekistán. Y eso nos dice mucho sobre la Ruta de la Seda

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Xataka

por
Carlos Prego

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